sábado, 21 de enero de 2012

Papás gays: Mamá, papá y papai


Fernando Díaz

La maniobra con el escalpelo removió los músculos, hasta que el cuerpo apareció. Úrsula recibió en su pecho a su hija recién nacida. Al instante, Alfonso oyó el corte del cordón umbilical y el lloriqueo de Renata. Aquel día de septiembre de 2005, ese hombre se convirtió en padre, aunque en un sentido estricto la pequeña no era su hija. En la sala del Hospital Santa Teresa, en Lomas Virreyes, faltaba alguien: Alexandre, novio de Alfonso y papá biológico de la niña. En Holanda, donde estudiaba química, esperaba ansioso noticias.

En una sala con olor a café, Úrsula mira fotos de Renata en su laptop. Aquí, en la Unidad Latinoamericana, junto a CU, la niña de tres años vive con su madre, con Alfonso, su papá legal, y con Alexandre, su padre biológico.

—Quiero hacer pipí —dice Renata dando saltitos.

Su papá, Alfonso, la toma de la mano y la conduce por un pasillo. Al bajar la mirada, veo sobre una mesa una foto de Alexandre, su otro padre, cuando era niño: sus ojos rasgados y la sonrisa pícara son idénticos a los de su hija Renata.

Fue en 1997, en Mannheim, una ciudad del sur de Alemania, donde Alfonso conoció a Alexandre, un brasileño que había viajado desde Porto Alegre para estudiar alemán en el Goethe-Institut, a orillas del Rin. «Él era un "gurú" del alemán», dice Alexandre, quizá para explicar qué lo enamoró del mexicano. Cuando la relación —que ya supera la década— había madurado, se confesaron el deseo mutuo de ser padres: «Había dos amigas candidatas, con las que finalmente no se dio nada», recuerda Alexandre. El proyecto quedó pendiente.

Hace cerca de cinco años, la pareja ingresó a los talleres del Grupo Interdisciplinario de Sexología, una pequeña AC en avenida Universidad. Entre las participantes estaba Úrsula, una joven y guapa psicóloga. Alfonso y Alexandre se fueron haciendo sus amigos. Al paso de los meses, la pareja gay acordó plantearle ser madre de un hijo suyo. Reunía lo que anhelaban para ese rol: era una profesionista agradable e inteligente, abierta a ideas nuevas. Úrsula, maestra de sexualidad y género en el IPN, recibió la propuesta de procrear un hijo de personas a las que no amaba, y asumir una suerte de
ménage à trois pese a que el único lazo amoroso real era el de la pareja homosexual.

«No me convencía tener a Renata con quien no era mi pareja —explica—. Acepté porque me daban suficiente apoyo a mí y a mi hija».

«Qué valiente», le dijo una prima. «No lo hagas, los gays son misóginos», le pidió su mamá. «No estoy de acuerdo, pero te apoyo», respondió su hermano.

Por internet circulaba que la revista Fertility and Sterility había publicado la historia de una mujer que había tenido dos hijos de padres diferentes, al tener sexo con más de un hombre durante la poliovulación. Alfonso y su novio fueron a consultar al médico: ¿Úrsula podía alojar dos óvulos fecundados con esperma de cada uno? "No hay modo", dijo el doctor.

—¿Concibieron a Renata por inseminación? —pregunto a Úrsula.
—No —responde.
Guarda silencio y se reacomoda en el sillón.
—Me embaracé como la gente se embaraza.

Úrsula resuelve mis dudas: «Hasta que nació, no supimos quién era el padre biológico. Íbamos a verificar su ADN, pero fue más sencillo: Alexandre es sangre tipo A. Renata también».

Alexandre sale al paso: «Los gays podemos tener sexo con mujeres. La manera en que concibes tu orientación sexual es otra cosa».

Con Úrsula embarazada, Alexandre llamó a Brasil a su madre.
El riguroso y el consentidor
El cabello corto despeja un rostro de tez blanca sin maquillaje que la hace aparentar menos de 29 años. Bisexual antes de dar a luz, Úrsula cambió su preferencia: «Ya no contemplo andar con chavos. Quiero darme un tiempo antes de estar con la mujer correcta».
Las familias de Alfonso y Alexandre lo saben todo. «Para mi abuela —dice el primero—, los gays se van al infierno. Mis primos son los machines. Y mi papá, bueno… de niño me decía que lo peor que podía pasarle era tener un hijo cura o puto. Mucho tiempo después le dije que era gay».
—¿Cómo reaccionaron sus amigos?
—La mayoría, por respeto o porque no saben qué hacer con el tema del bebé, se desaparecieron —dice Alfonso.
Sus amigos de "ambiente" les piden ir sin Renata a sus reuniones.
—Voy a taer mi ticico —dice la niña, y aparece en un vehículo rojo de llantas anchas y manubrio platinado, desde el que observa a su madre abrigándose para salir.
—¿Poqué te va, Úsula? —pregunta.
—¿Quieres acompañarla? —interviene Alfonso.
—Sí.
—Entonces, ponte un suéter —le pide.
Es Alfonso, un lingüista de 48 años, quien establece límites, la baña, le exige acostarse a las 9 PM y escoger la ropa que llevará a la escuela al día siguiente. A él, Renata lo llama "papá".
Alexandre, biotecnólogo de la UAEM, de 37 años, le compra dulces aunque no coma bien, e incluso se los da a escondidas. Para Renata, él es su "papai" (papá en portugués).
Registro Civil
Aquella mañana, el empleado del registro civil tomó las identificaciones de Alfonso y Úrsula y llenó el acta de nacimiento. Quedó inscrita con los nombres de "Renata Taketa", y con los apellidos "Medina Sánchez". "Taketa" es, en realidad, el apellido de Alexandre; "Medina" el apellido de Alfonso y "Sánchez" el de Úrsula. En minutos, todo había sido resuelto con justicia: el padre biológico no era el legal, y el legal no era el biológico. «No dimos explicaciones», aclara Alfonso.

Es 15 de junio, Día del Padre. Úrsula entrega a Renata dos camisas nuevas para que se las regale a sus padres, pero la niña prefiere ocupar su tiempo deambulando en casa mientras come un esquite.
Renata aún no cuestiona por qué su familia es así. «Cuando lo haga le explicaremos la diferencia», dice Alexandre en esta sala decorada con la pintura de un sol de rostro inexpresivo creada por José María Covarrubias, un icono gay del DF que se suicidó en 2003.
En la sesión de fotos, Renata juega a la comidita en una mesa con la bandera del arcoiris de la diversidad sexual, como la que agita con sus padres en la Marcha del Orgullo LGBT frente a las imponentes
drag queens. "Dame", le pide Úrsula, y la nena le acerca la cuchara. "Dale a tu papá"; la pequeña dirige el cubierto a la boca de Alfonso. "Y ahora dale a tu papai", le dice, antes de que Renata lo lleve hacia Alexandre.

Hace poco, Renata veía la tele. En la pantalla apareció un bebé junto a su madre y su padre. Un solo padre. Absorta ante la familia "incompleta", se dió vuelta y preguntó: «¿Y su papai?».


Fuente: Chilango

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